Ayer Uruguay fue vapuleado por Brasil 4-0 en el Estadio Centenario. De nada sirvió el buen momento de la selección y de nada sirvió que el rival llegara tambaleante.
Este blog no es para hablar de la selección, pero igual.
Confieso que soy más hincha del bolso que de la celeste. De hecho, hace tiempo que prefiero no apoyar a la selección y, en muchas ocasiones me da igual si gana, empata o pierde. No era el caso de ayer: me hubiera gustado que ganara.
Pero arrancó demasiado confiada, cometió dos errores y estaba perdiendo 1-0. Luego nunca pudo superar una imprecisión casi enfermiza. Fue injusto un resultado tan abultado, pero luego del 3-0, me hubiera gustado que los brasileños hicieran 6 ó 7 goles. Que doliera.
¿Por qué? Porque una bofetada en buen momento puede terminar ayudando.
Y el 4-0 fue una buena bofetada. Confío que le ayude a la selección.
Pero más espero que sirva como un aviso para lo que nosotros nos vamos a jugar en 10 días: el pasaje (luego de 21 años) a una semifinal de Copa Libertadores.
No es que sea pesimista... lo soy en general, pero en este caso sé que vamos a pasar, tengo mucha fe.
Pero no quiero sorpresas. No quiero que todos nos confiemos en que el desastre que fue Palmeiras en Sao Paulo es realmente un desastre. Es un equipo brasileño y hay que respetarlo como tal: si te agarran dormido, te clavan. Y cuando te van ganando, se agrandan, pizarrean y te hacen 4, como pasó ayer con Uruguay.
Para llegar a las semis el 17, hay que ir con el cuchillo entre los dientes. Ir siempre con la humildad de quien reconoce (o aparenta) ser menos, pero con la personalidad ganadora de quien quiere ser campeón. Desde el minuto 0 hasta el 90.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario