
Sufriendo, y en una cancha en espantosas condiciones, rescatamos un empate valiosísimo contra uno de los grandes del fútbol paulista (el más poderoso económicamente -y por lejos- del fútbol brasileño).
Meritorio empate, realmente.
La verdad, al principio el equipo me decepcionó por su planteo defensivo (aunque lógico), en especial porque los brasileños mostraron muy poco y no nos animamos nunca a buscar el gol. Nos contentamos con poco durante casi todo el partido.
Ojo, quizás atacábamos un poco más y perdíamos; pero, la verdad, me queda la sensación de que si les hubiéramos presionado más en ciertos momentos, podíamos haberles amargado la noche más de lo que se las amargamos.
En el primer tiempo el equipo fue demasiado defensivo, se notaba que no quería mucho más que aguantar el 0-0, y los brasileños atacaron como pudieron, apenas logrando demostrar que son un mediocre equipo. Por momentos mostraron los típicos destellos del fútbol brasileño, el juego rápido en la zona final de la cancha, toques, velocidad con control de pelota, pero nunca dieron la sensación de ser un gran equipo, de tener grandes jugadores, de merecer ser campeones de América.
Nosotros, dentro del tímido asedio del rival en esa primera parte, tuvimos dos chances interesantes de gol: un cabezazo de Coates que salió mordido y Marcos lo atajó muy bien; y un tiro rasante y fuertísimo de Romero, que el propio arquero despejó como pudo.
Palmeiras tuvo dos o tres chances, tuvo más la pelota, pero, reitero: mostraron ser un equipo bastante mediocre.
En el segundo tiempo, la tónica siguió siendo la misma. Los brasileños intentando, nosotros defendiendo y todos los jugadores patinando en una cancha mojada y espantosa. Cuando parecía que teníamos todo controlado, llegó el tiro de larga distancia de uno de sus volantes que puso el 1-0. La pelota -que iba muy fuerte- picó mal gracias a uno de los 800 mil pozos que tenía el campo de juego y se le metió a Muñoz (que no había jugado mal, pero que es medio responsable del tanto por no haber tenido en cuenta un posible mal pique).
Ahí vino lo peor para nosotros, pues nos pusimos nerviosos y ellos atacaron con más ímpetu (al fin las tribunas comenzaron a alentar y eso animó a los jugadores). Nuestra defensa se mostró insegura porque, obligados, adelantamos un poco las líneas, pero, por suerte, no pasó más nada.
Entonces ellos decidieron dar por cerrado el partido y se replegaron un poco. Y ahí llegó el milagro: en nuestra única llegada del segundo tiempo y en el primer buen pase de OJ Morales en todo el partido, El Morro -recién ingresado- quedó solo en el punto penal, la desvió y la mandó a guardar.
1-1.
Los cinco minutos que siguieron a eso fueron de desconcierto total del Palmeiras y creo que desaprovechamos la oportunidad de meter el segundo... llegamos al área un par de veces, pero fallamos el último pase ante una defensa desconcertada y nerviosa. A fin de cuentas me dio cierta sensación amarga el no haber aprovechado esos minutos, pero bueno... con la cancha espantosa como estaba era difícil jugar por abajo y el equipo estaba falto de piernas.
Ya los últimos 5 minutos volvieron a ser de ellos... lo mismo que los 4:30 minutos adicionados. Por suerte, se repitieron en pelotazos y centros que la defensa resolvió bien (alguna vez con algún susto, pero igual).
Gran empate, la verdad... Pero no hay que confiarse. Son brasileños y de sobra sabemos que, si se iluminan, le pueden pintar la cara a cualquiera.
El 17 de junio hay que llenar el Estadio (o el Parque), ir con mucha humildad, con fuerza, a meter como nunca dentro y fuera de la cancha; respetando al rival, pero sin miedo y con la personalidad que hemos demostrado en todo el año.
Si lo hacemos así, lograremos quebrar esta racha de 21 años sin estar en el "top 4" del continente... y quién no nos dice que hasta logremos más que eso.
¡Vamo' el bolso!
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